LA SUPERNATIONALS DE LAS VEGAS

Es verdad que, a ojos de los kartistas que llegan de Europa, a pesar de la organización tan increíble, el trazado parece siempre un poco improvisado, respecto a los kartódromos de las carreras CIK-FIA, pero son suficientes unos minutos para entender cómo, por estos lugares, y en este evento, todo es diferente.
Todo parece más grande: desde las bebidas, que en vaso “small” son cerca de medio litro, a los medios de transporte que se ven en el paddock: los equipos oficiales (en general se hallan siempre los revendedores de las marcas de alta gama como Birel, CRG, Energy, GP Racing, IPK, Sodi Kart y Tony Kart) sacan a relucir sus mega tráileres llenos de cromados, luces y banderitas, mientras que los pilotos “particulares” llegan con su camioneta de ruedas gemelas y pivote (el gancho de arrastre) al que llevan enganchado un tráiler de –a ojo de buen cubero– ocho metros. Dentro: bancos de trabajo para el taller y, por qué no, un cochecito de golf para moverse por el paddock. Todo ello aliñado con megacarpas en las que reinan las parrilladas, patatas fritas, caramelos y otras marranadas.
A su alrededor, se extienden decenas de casetas, entre patrocinadores, productos promocionales, equipamiento, agencias que ofrecen pruebas con coches Nascar... Las diez categorías van desde la KZ, de mayor rendimiento y “profesional”, a la S1, S2 y S4 con motor Honda, pasando por las categorías con motor X30 Iame con arranque eléctrico, para acabar con Micro (clase Entry Level para los pilotos más pequeños) y Mini Swift.